“El 29 de enero es la festividad de San Valero, obispo de Zaragoza que fue desterrado a Enate en el siglo IV. Además de la figura del santo, se ensalza una de las principales virtudes cristianas, la caridad, la cual se materializa en forma de tortas de pan que se reparten tras la celebración de la misa. Como en el caso anterior (San Antonio), la fiesta se inicia la víspera, que es cuando se hacen las tortas, de cuya elaboración y pago se encargaban, hasta hace pocos años, dos casas de Secastilla, por riguroso orden de vecindad y calle. Tras una ajetreada tarde en el horno, el volteo de campanas, a cargo de las propias mujeres, anunciaba que las tortas salían del horno camino del ayuntamiento, donde serían cortadas al día siguiente. Aunque es una costumbre más moderna, el reparto de chocolate con torta esa tarde se ha convertido ya en una tradición que atrae a todos los secastillanos y a familiares que acuden desde los pueblos cercanos. El día de San Valero, antes de la misa, el alcalde, el alguacil y algunos vecinos cortan las tortas en ganchos o porciones que reparten en capazos para transportarlos hasta la iglesia, donde han de ser bendecidos. Tras la celebración, se llevan a la placeta de la Cruz, adonde van llegando los presentes que los vecinos aportan para que sean subastados públicamente en beneficio de la parroquia. Tras el preceptivo permiso de las autoridades, los asistentes, gancho a gancho, van dando buena cuenta de las tortas, así como de los porrones de vino, hasta que, transcurrido un rato, el toque de la campaneta indica el inicio de la subasta. El alcalde va diciendo al alguacil lo que debe coger de entre los presentes de los vecinos y pone un precio de salida sobre el que los asistentes pujan. Cuando el importe alcanzado por el artículo subastado es elevado o ya no se puja más por él, se adjudica con un “a las tres”.”
Secastilla, recuerdos y vivencias, p. 152.