La muestra, que podrá visitarse en la sala de exposición de las antiguas escuelas, se presenta como un recorrido visual cargado de sensibilidad, respeto y reflexión. No se trata solo de una exposición de fotografía, sino de una invitación a mirar de otra forma el territorio que habitamos, a reconocernos en los rostros, paisajes y recuerdos que conforman nuestra historia común.
“Ojos ajenos, miradas propias” es el resultado del trabajo conjunto de Christian Carrère, Soledad García, Karin Pringsheim y Esther Naval, cuatro fotógrafos con trayectorias y técnicas diversas que han convergido en Secastilla para observar con atención, comprenderlo desde dentro y dialogar con su gente.
Cada artista aporta una perspectiva única:
Christian Carrère, fotógrafo francés que visita Secastilla periódicamente desde hace una década, presenta una mirada serena sobre el tiempo, el paisaje humano y las profesiones casi desaparecidas.
Soledad García, natural de Elda, recupera la técnica artesanal de la cianotipia para rendir homenaje a las mujeres y sus saberes tradicionales, como los bolillos.
Karin Pringsheim, fotógrafa argentina y viajera incansable, documenta la experiencia sensorial de habitar el pueblo desde la contemplación.
Esther Naval, nacida en Güel y coordinadora del proyecto, ofrece una mirada crítica y profundamente emotiva sobre la vida rural, entendida como una semilla de futuro.
La exposición se articula como un espacio de encuentro entre generaciones, donde la fotografía actúa como memoria viva, como herramienta de cuidado y como puente entre lo íntimo y lo colectivo. A través de imágenes actuales, archivos familiares y creaciones contemporáneas, el proyecto aborda temáticas como el envejecimiento de la población, la despoblación rural y la necesidad de sostener la vida comunitaria.
El Ayuntamiento de Secastilla, en su compromiso con la cultura y la dinamización del medio rural, impulsa este tipo de iniciativas que no solo visibilizan nuestro patrimonio material e inmaterial, sino que lo reactivan desde el arte, el afecto y la participación.
“Ojos ajenos, miradas propias” es, en definitiva, un gesto colectivo de amor por un lugar. Una declaración de que aún hay futuro donde hay memoria. Y una invitación a mirar —y a mirarnos— con respeto, con profundidad y con esperanza.